Clases de huerta
En algún momento comenzamos a ver estas
imágenes, las de los alumnos trabajando la tierra, bajo las instrucciones y con
el ejemplo del maestro de Huerta, Héctor. Se había destinado una parte del
terreno de la escuela para este fin. Se hizo arar la chacrita y ya nada impedía
que se comenzara con las siembras.
Con las actividades de huerta se pretendían
varias cosas a la vez. Por un lado soñábamos que los alumnos y las alumnas
puedan aprender a autoabastecerse más de verduras y frutas. Esto, nos
imaginábamos, ayudaría a que no dejaran el campo de sus familias y el monte
para irse a las ciudades.
Otro objetivo era el de enseñar a comer más
verduras al alumnado todo. Las familias habían adoptado la manera de
alimentarse que les venía bien a los colonos donde carpían y cosechaban.
Básicamente comida estaba conformada por la torta asada de harina, grasa y sal,
los guisos de polenta, fideos y a veces de arroz, por razones económicas y
también prácticas, porque buscar comida en el monte insume mucho más tiempo que
preparar una torta y cocinarla a la brasa. Además, el monte por aquel entonces ya no daba la misma
cantidad de frutas y otros vegetales para que se alimentaran de manera
equilibrada como había sido su costumbre antes de que llegara el “blanco”.
Nos encontrábamos entonces ante el desafío
de, por un lado, producir las verduras, y por el otro, encontrar la manera de
incorporarlas a sus costumbres y gustos alimentarios. La tarea del armado de la
huerta despertó mucho entusiasmo en los alumnos (al principio eran en su mayoría
varones, pero más tarde también se animaron las chicas).
Sin embargo, también hubo que superar
muchos desafíos. Yo no estuve al frente de esas clases, pero no era fácil
ocuparse de que los sembrados estuviesen lo suficientemente regados, cuando el
agua se encontraba bastante alejada, en el río, y los así llamados inviernos eran
muy secos. Y si bien en el verano llovía más, el sol quemaba las pequeñas
plantitas de manera implacable. Ese también fue el motivo por el cual se
buscaba sembrar con sombra de los árboles, en la medida de lo posible.
El segundo paso iba a ser mucho más difícil
y se iba a necesitar de mucho tiempo para ello. Se pensaba encarar esta tarea desde
la cocina y las clases de alimentación.
La huerta tenía otro objetivo más: se
quería lograr un aporte a la cocina de la escuela también desde el aspecto de
los costos. En ese momento todo ello sólo eran sueños que se depositaban en
las semillas, hundidas en la tierra, a las que se le intentaba prodigar el
mejor de los cuidados.
Texto, traducción al alemán y fotos: Ruth
Schwittay
Unterricht in Gemüseanbau
Irgendwann begannen wir solche Bilder zu sehen, nämlich
Schüler, die die Erde unter Anleitung von Héctor, dem Lehrer für das Fach
Gemüsegarten, bearbeiteten. Ein Teil des Schulgrundstücks wurde zu diesem Zweck
bestimmt. Man ließ die Erde durchackern und bald stand dem Säen nichts mehr im
Weg.
Mit den Gemüsegartenaktivitäten wollten man mehrere Ziele
gleichzeitig erreichen. Einerseits träumten wir davon, dass die Schüler und
Schülerinnen lernen sollten, sich selbst mehr mit Gemüse und Früchte zu
versorgen. Wir stellten uns vor, dass dies dazu beitragen könnte, ihre Familien
auf dem Land oder im Urwald nicht zu verlassen und in die Städte zu ziehen.
Ein anderes Ziel bestand darin, der ganzen Schülerschaft zu
zeigen, wie man mehr Gemüse essen sollte. Ihre Familien hatten mit der Zeit die
Ernährungsart angenommen, die den Kolonisten wo sie Baumwolle hackten und
ernteten am besten passte. Diese Nahrung bestand im Prinzip aus dem auf dem
offenen Feuer gebackenen Fladen aus Mehl, Fett und Salz, den Eintöpfen aus
Polenta, Nudeln oder ab und zu Reis, und zwar aus wirtschaftlichen und auch
praktischen Gründen, denn Nahrung im Wald zu suchen benötigt bedeutend mehr
Zeit als einen Fladen vorzubereiten und auf der Glut zu backen. Außerdem gab
der Urwald damals schon nicht mehr genug Früchte und andere Esspflanzen her,
damit sie sich ausgewogen ernähren konnten, wie es vor der Ankunft der
"Weißen" der Fall war.
Wir standen also vor der Herausforderung, einerseits Gemüse
zu produzieren, und andererseits die Form zu finden, es in ihre
Ernährungsgewohnheiten und -Vorlieben aufzunehmen. Die Erstellung des
Gemüsegartens löste große Begeisterung bei den Schülern aus (anfangs waren es
meist Jungen, aber später trauten sich auch Mädchen).
Trotzdem galt es viele Herausforderungen anzupacken. Dieser Unterricht war nicht meine Aufgabe, aber es war bestimmt nicht leicht dafür zu sorgen, dass die Saat genug Wasser bekam, wenn man bedenkt, dass der Fluss sich doch relativ weit befand, dass die so genannten Winter sehr trocken sind und obwohl es im Sommer mehr regnet, die Sonne dann gnadenlos auf die kleinen Pflanzen niederbrannte. Dies war auch der Grund, warum man versuchte, im Rahmen des Möglichen dort zu säen, wo die Bäume etwas Schatten abwarfen.
Die zweite Zielsetzung würde sehr viel schwerer zu erreichen sein und man würde sehr viel Zeit dazu benötigen. Wir dachten diese Aufgabe von der Küche und dem Ernährungsunterricht aus in Angriff zu nehmen.
Der Gemüsegarten sollte noch ein Ziel mehr verfolgen: Man
wollte eine Zugabe für die Schulküche auch aus wirtschaftlichen Gründen besorgen.
Zu diesem Zeitpunkt waren es allerdings nur Träume, die mit den gepflanzten
Samen in die Erde gelegt wurden, und denen man versuchte, die beste Pflege gedeihen
zu lassen.
Text, Übersetzung ins Deutsche und Fotos: Ruth Schwittay
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