15/2/13


Clases de huerta

En algún momento comenzamos a ver estas imágenes, las de los alumnos trabajando la tierra, bajo las instrucciones y con el ejemplo del maestro de Huerta, Héctor. Se había destinado una parte del terreno de la escuela para este fin. Se hizo arar la chacrita y ya nada impedía que se comenzara con las siembras.

Con las actividades de huerta se pretendían varias cosas a la vez. Por un lado soñábamos que los alumnos y las alumnas puedan aprender a autoabastecerse más de verduras y frutas. Esto, nos imaginábamos, ayudaría a que no dejaran el campo de sus familias y el monte para irse a las ciudades.

Otro objetivo era el de enseñar a comer más verduras al alumnado todo. Las familias habían adoptado la manera de alimentarse que les venía bien a los colonos donde carpían y cosechaban. Básicamente comida estaba conformada por la torta asada de harina, grasa y sal, los guisos de polenta, fideos y a veces de arroz, por razones económicas y también prácticas, porque buscar comida en el monte insume mucho más tiempo que preparar una torta y cocinarla a la brasa. Además, el  monte por aquel entonces ya no daba la misma cantidad de frutas y otros vegetales para que se alimentaran de manera equilibrada como había sido su costumbre antes de que llegara el “blanco”.

Nos encontrábamos entonces ante el desafío de, por un lado, producir las verduras, y por el otro, encontrar la manera de incorporarlas a sus costumbres y gustos alimentarios. La tarea del armado de la huerta despertó mucho entusiasmo en los alumnos (al principio eran en su mayoría varones, pero más tarde también se animaron las chicas).

Sin embargo, también hubo que superar muchos desafíos. Yo no estuve al frente de esas clases, pero no era fácil ocuparse de que los sembrados estuviesen lo suficientemente regados, cuando el agua se encontraba bastante alejada, en el río, y los así llamados inviernos eran muy secos. Y si bien en el verano llovía más, el sol quemaba las pequeñas plantitas de manera implacable. Ese también fue el motivo por el cual se buscaba sembrar con sombra de los árboles, en la medida de lo posible.

El segundo paso iba a ser mucho más difícil y se iba a necesitar de mucho tiempo para ello. Se pensaba encarar esta tarea desde la cocina y las clases de alimentación.
La huerta tenía otro objetivo más: se quería lograr un aporte a la cocina de la escuela también desde el aspecto de los costos. En ese momento todo ello sólo eran  sueños que se depositaban en las semillas, hundidas en la tierra, a las que se le intentaba prodigar el mejor de los cuidados.
Texto, traducción al alemán y fotos: Ruth Schwittay


Unterricht in Gemüseanbau

Irgendwann begannen wir solche Bilder zu sehen, nämlich Schüler, die die Erde unter Anleitung von Héctor, dem Lehrer für das Fach Gemüsegarten, bearbeiteten. Ein Teil des Schulgrundstücks wurde zu diesem Zweck bestimmt. Man ließ die Erde durchackern und bald stand dem Säen nichts mehr im Weg.

Mit den Gemüsegartenaktivitäten wollten man mehrere Ziele gleichzeitig erreichen. Einerseits träumten wir davon, dass die Schüler und Schülerinnen lernen sollten, sich selbst mehr mit Gemüse und Früchte zu versorgen. Wir stellten uns vor, dass dies dazu beitragen könnte, ihre Familien auf dem Land oder im Urwald nicht zu verlassen und in die Städte zu ziehen.

Ein anderes Ziel bestand darin, der ganzen Schülerschaft zu zeigen, wie man mehr Gemüse essen sollte. Ihre Familien hatten mit der Zeit die Ernährungsart angenommen, die den Kolonisten wo sie Baumwolle hackten und ernteten am besten passte. Diese Nahrung bestand im Prinzip aus dem auf dem offenen Feuer gebackenen Fladen aus Mehl, Fett und Salz, den Eintöpfen aus Polenta, Nudeln oder ab und zu Reis, und zwar aus wirtschaftlichen und auch praktischen Gründen, denn Nahrung im Wald zu suchen benötigt bedeutend mehr Zeit als einen Fladen vorzubereiten und auf der Glut zu backen. Außerdem gab der Urwald damals schon nicht mehr genug Früchte und andere Esspflanzen her, damit sie sich ausgewogen ernähren konnten, wie es vor der Ankunft der "Weißen" der Fall war.

Wir standen also vor der Herausforderung, einerseits Gemüse zu produzieren, und andererseits die Form zu finden, es in ihre Ernährungsgewohnheiten und -Vorlieben aufzunehmen. Die Erstellung des Gemüsegartens löste große Begeisterung bei den Schülern aus (anfangs waren es meist Jungen, aber später trauten sich auch Mädchen).


Trotzdem galt es viele Herausforderungen anzupacken. Dieser Unterricht war nicht meine Aufgabe, aber es war bestimmt nicht leicht dafür zu sorgen, dass die Saat genug Wasser bekam, wenn man bedenkt, dass der Fluss sich doch relativ weit befand, dass die so genannten Winter sehr trocken sind und obwohl es im Sommer mehr regnet, die Sonne dann gnadenlos auf die kleinen Pflanzen niederbrannte. Dies war auch der Grund, warum man versuchte, im Rahmen des Möglichen dort zu säen, wo die Bäume etwas Schatten abwarfen.

Die zweite Zielsetzung würde sehr viel schwerer zu erreichen sein und man würde sehr viel Zeit dazu benötigen. Wir dachten diese Aufgabe von der Küche und dem Ernährungsunterricht aus in Angriff zu nehmen.

Der Gemüsegarten sollte noch ein Ziel mehr verfolgen: Man wollte eine Zugabe für die Schulküche auch aus wirtschaftlichen Gründen besorgen. Zu diesem Zeitpunkt waren es allerdings nur Träume, die mit den gepflanzten Samen in die Erde gelegt wurden, und denen man versuchte, die beste Pflege gedeihen zu lassen.
Text, Übersetzung ins Deutsche und Fotos: Ruth Schwittay


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