20/11/12


Los aljibes, construcciones imprescindibles…

¿Imprescindibles? Claro que sí, pensamos todos. En una zona como el Chaco, donde las aguas subterráneas están contaminadas con arsénico, la única alternativa para disponer de agua potable en las zonas rurales son los aljibes, también llamadas cisternas. Es allí donde se recoge la escasa agua de lluvia. En el pueblo, la mayoría de las casas disponía de un aljibe. Se comparten los saberes referidos a cómo se hace, para mantenerlos limpios, como también al agua que contienen. Se debía agregar cal al agua para que las impurezas precipitaran, y cloro para desinfectar. En el colegio el tema aljibe fue tratado en matemática durante el último año de la secundaria, para responder a las preguntas siempre presentes: ¿Qué forma de aljibe conviene para que le entre más agua en amenos espacio? ¿Y para que sea más fuerte y se agriete menos? ¿Y para que sea más accesible económicamente?

Cuando se planificó la escuela CEREC, por supuesto que también se pensó en aljibes. Iban a estar alojados entre 50 a 100 personas. ¿De dónde sino obtener toda esa agua? Los grandes techos de cinc sobre los módulos estaban pensados para recolectar suficiente agua de lluvia como para que alcance para tanta gente. Y claro, se construyeron de la mejor manera. Cilíndrica con base esférica, para soportar mejor las fuerzas ejercidas por el agua acumulada.
Una vez terminados, se cumplieron todos los pasos para tener buena agua. Dejar que la lluvia enjuague los techos, colocar la proporción correcta de cal y de cloro. Agua limpia, agua potable.

La pregunta que yo me hacía: ¿de dónde sacan el agua las familias diseminadas en el monte? ¿Qué agua toman cuando caminan largas horas por el monte bajo el sol implacable?

Vi una especie de lagunas a la vera del camino, en las que se juntaba el agua de lluvia. Allí no había quién cuidaba los detalles. Y después de semanas y a veces meses sin lluvia, ya no había más que agua sucia o barro. Sin embargo vimos esa agua en los bidones que había en las casas que visitábamos. Vi renacuajos nadando en esa agua. Vi mayormente mujeres y niños caminar largas caminatas con esos bidones. No vi cal ni cloro en las casas. Tampoco grandes cacerolas para hervir el agua.

¡Qué lujo disponer de techos amplios, grandes aljibes, recetas seguras de los ingredientes para disfrutar agua potable en la escuela!
Texto y fotos: Ruth Schwittay

Regenbrunnen, die unerlässlichen Konstruktionen...

Unerlässliche? Na klar, denken wir alle. In einer Region wie der Chaco, wo das unterirdische Wasser mit Arsen kontaminiert ist, bedeuten die Regenbrunnen, auch Zisternen genannt, die einzige Alternative, um Trinkwasser besonders in ländlichen Gegenden zur Verfügung zu haben. Dort wird das wenige Regenwasser gesammelt. Im Dorf haben die meisten Familien einen Regenbrunnen. Das Wissen um die Machart, wie man ihn sauber hält, und auch das Wasser das er enthält, wird ausgetauscht. Dem Wasser musste man Kalk beifügen, damit die Unreinheiten präzipitieren, und Chlor zum Desinfizieren. In der Schule wurde das Thema Regenbrunnen in Mathe im letzten Jahrgang der Sekundarstufe durchgenommen, um die immer präsenten Fragen zu beantworten: Welche Form sollte der Brunnen haben, damit möglichst viel Wasser in möglichst wenig Raum passt? Und damit er besser hält und weniger Risse bekommt? Und damit er auch weniger kostet?

Als die Schule CEREC geplant wurde, wurde natürlich auch an Brunnen gedacht. Es sollten zwischen 50 und 100 Menschen dort untergebracht werden. Von wo würde man sonst das ganze Wasser hernehmen? Die großen Blechdächer auf den Modulen waren genau dafür gedacht, genug Regenwasser sammeln zu können, damit es für so viele Leute reicht. Und, klar, sie wurden auf beste Weise gebaut. Zylinderform mit kugelförmigem Boden, um besser den vom angesammelten Wasser ausgeübten Kräften Stand zu halten.
Als sie fertig waren, wurden alle Schritte eingehalten, um gutes Wasser zu haben. Erst ließ man den Regen die Dächer abspülen, dann wurde die richtige Proportion von Kalk und Chlor hinzugefügt. Sauberes Wasser, Trinkwasser.

Die Frage, die ich mir stellte: Wo bekommen die im Urwald verstreuten Familien ihr Wasser her? Was für Wasser trinken sie, wenn sie lange Stunden durch den Urwald unter einer erbarmungslosen Sonne zu Fuß unterwegs sind?

Ich habe so eine Art von Tümpel am Rande der Landstraße gesehen, wo sich das Regenwasser sammelte. Dort kümmerte sich niemand um die Details. Und nach Wochen und manchmal auch Monate ohne Regen, war es nur noch schmutziges Wasser, oder Schlamm. Dieses Wasser haben wir aber in den Kanister gesehen, die es in den Häusern gab, die wir besucht haben. Ich habe winzige Kaulquappe in diesem Wasser schwimmen sehen. Ich habe vor allem Frauen und Kinder diese Kanister kilometerweit tragen sehen. Ich habe weder Kalk noch Chlor in den Häusern gesehen. Auch große Töpfe um das Wasser abzukochen habe ich nicht gesehen.

Was für ein Luxus, umfangreiche Dächer, große Brunnen, sichere Rezepte für die Zutaten zur Verfügung zu haben, um Trinkwasser in der Schule genießen zu können!
Text, Übersetzung und Fotos: Ruth Schwittay

9/11/12


Algunas construcciones de mampostería común

Las fotos muestran la construcción de los sanitarios. Una vez terminados, el ponerles los carteles en idioma qom fue todo un suceso.

Pero también se levantó la cocina, el aula de economía doméstica y el comedor en mampostería común. Se debía a que en el aula y en la cocina había fogones abiertos, que tirarían chispas y se calentarían bastante a la hora de cocinar.

El comedor estaba formado de un piso de cemento alisado, un murito alrededor del perímetro, los postes que sostenían el techo y el techo de chapa. Así lo encontré casi veinte años después de mi ida del Chaco.

Lo que generó un problema serio, fue la construcción de los fogones en la cocina. Se iban a colocar dos planchas contiguas con dos aberturas cada una, apoyadas sobre muritos de ladrillos y argamasa. A la hora de levantar los muritos, los albañiles pensaron que las planchas de hierro con los aros con los que se regula el tamaño del fogón abierto debían colocarse a la altura de una cocina a gas común.

No consultaron mucho. A la hora de encontrarnos frente al hecho consumado, rápidamente nos dimos cuenta que sería un foco peligrosísimo de accidentes. Pensemos en colocar sobre una cocina común ollas enormes, en ocasiones hasta de sesenta o setenta centímetros de alto, en los que se cocinarían fideos o se prepararía varias veces al día el mate cocido.

Sumemos la altura en la que estaba la plancha (alrededor de 75-80 cm) con la altura de las ollas, y comparemos esa medida con la altura de las cocineras qom, ambas por debajo de mi altura que en ese momento era de 160 cm, rápidamente nos damos cuenta que era imposible que pudieran trabajar seguras en ese lugar.

Se hicieron propuestas de hacerle escalones delante de los fogones. Pero seguimos pensando cómo harían para bajar del fuego una olla de ese tamaño, con fideos que se debían colar. Las mujeres comprometidas con el proyecto ya veíamos los accidentes de quemaduras con agua hirviente a la vuelta de la esquina.

Recién cuando Magui Charpentier hizo la siguiente visita de supervisión y planeamiento desde Reconquista a la escuela, se aceptó finalmente la necesidad de volver a hacer los fogones desde cero. De paso se propuso la colocación de una pileta casi al ras del suelo, para que no se tuviera que mover mucho una olla con fideos y agua caliente, y se pueda volcar directamente desde la plancha a la pileta.
No tuvimos ningún accidente en los cinco años en los que trabajé en la cocina de la escuela junto a las cocineras qom.
Texto y Fotos: Ruth Schwittay

Einige normale Mauerwerkbauten

Die Fotos zeigen den Bau der Toiletten. Als sie fertig waren, wurde es groß gefeiert, als die Schilder in Qom-Sprache angebracht wurden.

Aber es wurden auch die Küche, der Schulraum für das Fach Haushaltung und der Essraum in normalem Mauerwerk gebaut. Das kam daher, dass es im Schulraum und in der Küche offene Feuerstellen gab, die Funken sprühen und zu Kochzeiten ziemlich heiß werden würden.

Der Essraum bekam ein Zementfußboden, ein niedriges Mäuerchen rundherum, die Pfosten, die das Dach trugen und ein Wellblechdach. Genau so habe ich ihn bei meinen Besuch im Chaco fast zwanzig Jahre später wiedergefunden.

Was aber ein echtes Problem darstellte, war der Bau der Feuerstellen in der Küche. Es sollten zwei Eisenplatten je mit zwei runden Öffnungen nebeneinander angebracht werden, auf kleinen Mauerstützen aus Backsteinen und Mörtel. Als diese kleinen Mauern hochgezogen wurden, dachten die Maurer, dass die Eisenplatten mit den Ringen, durch die die Größe der offenen Feuerstelle reguliert werden konnten, so hoch wie ein gewöhnlicher Gasofen angebracht werden sollten.

Sie haben nicht viel gefragt. Als wir uns vor den vollendeten Tatsachen befanden, merkten wir sehr schnell, dass dies eine sehr gefährliche Quelle von Unfällen sein würde. Stellen wir uns vor, dass wir einen riesigen Kochtopf, manchmal bis zu sechzig oder siebzig Zentimeter hoch, in dem Nudeln abgekocht oder mehrmals am Tag der Matetee zubereitet werden sollten, auf einen normalen Gasofen stellen.

Zählen wir die Höhe, auf der die Platte angebracht war (um die 75-80 cm) mit der Höhe der Töpfe zusammen, und vergleichen wir diese Summe mit dem Maß der Qom-Köchinnen, beide unter meiner Größe, die damals bei 160 cm lag, und wir werden sehr schnell merken, dass sie unmöglich sicher an diesem Ort arbeiten konnten.
Es wurden verschiedene Vorschläge gemacht, unter ihnen der einer Treppe direkt vor den Feuerstellen. Aber trotzdem überlegten wir uns, wie sie wohl einen solchen Topf vom Feuer herunter bekämen, mit abzuschüttenden Nudeln. Alle im Projekt engagierten Frauen sahen wir schon die Brandunfälle mit kochendem Wasser direkt um die Ecke kommen.

Erst beim nächsten Planungs- und Beaufsichtigungsbesuch in der Schule von Magui Charpentier aus Reconquista wurde schließlich die Notwendigkeit des Neubaus der Feuerstellen akzeptiert. Gleichzeitig wurde dabei das Anbringen eines großen Waschbeckens fast auf Bodenhöhe vorgeschlagen, damit sie diese Töpfe mit kochendem Wasser und Nudeln nicht weit tragen müssen, sondern sie direkt von der Platte in das Becken schütten würden können.

Während der fünf Jahre, in denen ich in der Küche der Schule mit den beiden Qom-Frauen gearbeitet habe, haben wir nicht einen einzigen Unfall gehabt.
Text, Fotos und Übersetzung: Ruth Schwittay