La segunda cocina
En algún momento, sea por el sol que fue
cambiando o el agua que fue inundando la cocina anterior, o por mejor sombra o por
más espacio, no lo recuerdo, la cocina se cambió de lugar. Para ese momento,
los grupos de alumnos y alumnas para cada materia práctica ya estaban formados.
Todavía no teníamos un aula asignado. En la materia Alimentación por un tiempo
funcionamos en la cocina de manera verdaderamente práctica, es decir, ayudando
a las cocineras en su trabajo, aprendiendo junto con ellas.
Y aparte de los guisos y sopas usuales en
las escuelas, ya habíamos intentado otras versiones. La sopa que tuvo una
aceptación casi unánime fue la de arvejas secas, la luego así llamada “sopa
verde”. Pero también ya se habían realizado guisos de lentejas. A los guisos en
general se comenzó a incorporar algo más de verduras, como por ejemplo la
calabaza o el zapallito redondo.
Hablando con las chicas del grupo y con las
cocineras de las comidas que les gustaría aprender a hacer, todas mencionaron
las milanesas con puré. Claro que no es lo mismo hacer unas milanesas para
cinco o seis personas en una cocina convencional. Acá se trataba de cocinar
para 50 a 60 personas en un elástico de cama y una mesa (ya más grande que
nuestra primera mesa). No había horno como para hacer milanesas al horno, por
lo que debían ser fritas. Esto consumiría mucho del aceite tan caro. Y además debía tenerse en cuenta que costaría
muchísimo más trabajo y también ollas y cacerolas. Pero todas se mostraron
dispuestas a empezar más temprano, y le pidieron autorización a Felisa, la
directora, la que accedió por una vez, para probar cómo nos iba.
Fue toda una novedad para todo el grupo,
incluyendo a las cocineras. Habían comprado muchas veces las milanesas, cuando
con motivo de la cosecha de algodón, habían pasado por J. J. Castelli. Pero no
sabían cómo prepararlas. Tampoco habían preparado nunca puré de papas.
Así un día de esos el sueño se hizo
realidad. Ese día generó mucha expectativa, tanto en las “cocineras” como en
las personas que consumirían el resultado. En esa época aún comprábamos la
carne de la carnicería, por lo que también allí fue toda una novedad que
pidiéramos carne para milanesas. No me acuerdo si las cortó el carnicero o
nosotras. Más adelante despostábamos todo un animal en la misma escuela. Pero
en ese momento fue toda una novedad. Otro ingrediente que no se usaba mucho
hasta ese momento fueron los huevos. También el pan rallado todavía era
comprado.
Pero llegó la hora del almuerzo y las
milanesas con puré estaban listas. El problema mayor fue encontrar una manera
justa de repartir la comida. Sin embargo se pudo solucionar todo. Y si bien
para mí faltaba algo de verduras, el experimento por lo pronto había sido todo
un éxito. El aplauso general fue enorme. Y, por supuesto, el experimento se
repitió con el grupo de Alimentación de la segunda semana de alternancia.
Texto, traducción y fotos: Ruth Schwittay
Die zweite Küche
Irgendwann, sei es weil die Sonne ihre Lauf gewechselt oder
das Wasser die vorherige Küche überschwemmt hatte, oder wegen besseren Schatten
oder mehr Platz, ich erinnere mich nicht mehr, wechselte die Küche ihren
Standort. Zu diesem Zeitpunkt waren die Gruppen für die verschiedenen
praktischen Fächer schon zusammengestellt worden. Wir hatten aber noch keinen
Raum zur Verfügung. Im Fach Ernährung haben wir für eine Zeit in der Küche auf
wirklich praktische Art funktioniert, was heißt, sie (wir) haben den Köchinnen
bei ihrer Arbeit geholfen und gemeinsam mit ihnen gelernt.
Außer den in den Schulen normalen Eintöpfen und Suppen,
hatten wir schon andere Versionen hinzugefügt. Die Suppe, die fast einstimmig
angenommen wurde, war die Erbsensuppe, die bald nur noch "grüne
Suppe" genannt wurde. Wir hatten aber auch schon Linseneintopf gemacht. Im
Allgemeinen begannen wir etwas mehr Gemüse den Eintöpfen hinzu zugeben, wie z.
B. Kürbis oder eine im Land sehr gewöhnliche runde, grüne und kleine Kürbisart.
Als wir mit den Mädchen der Gruppe und mit den Köchinnen
darüber sprachen, was sie denn gerne lernen würden, erwähnten sie
Rinderschnitzel mit Püree. Es nicht
natürlich nicht dasselbe, einige Schnitzel für fünf oder sechs Leute in einer
normalen Küche zu machen. Hier handelte es sich darum, für 50 oder 60 Menschen
auf einem elastischen Bettrost und einem Tisch (schon größer als unserer
erster Tisch) zu kochen. Es gab auch keinen Backofen, um die Schnitzel zu
backen, sie mussten also frittiert werden. Dazu würde man viel von dem teuren
Öl brauchen. Und man musste auch
beachten, dass dies sehr viel mehr Arbeit und auch mehr Töpfe und Pfannen
bedeuten würde. Aber alle zeigten sich bereit, früher anzufangen, und erbaten
bei Felisa, der Schulleiterin, die Erlaubnis, die sie für dies eine Mal auch
gab, einfach um zu sehen, wie es uns gehen würde.
Für die ganze Gruppe, einschließlich der Köchinnen, handelte
es sich um eine große Neuigkeit. Oft
hatten sie Schnitzel gekauft, wenn sie bei der Baumwollernte durch J. J.
Castelli gekommen waren. Aber sie konnten sie nicht selbst zubereiten. Sie
hatten auch noch nie Kartoffelpüree gemacht.
So wurde der Traum eines Tagen wahr. Dieser Tag war mit
großen Erwartungen verbunden, sowohl bei den "Köchinnen" wie bei den
Leuten, die das Resultat später verzehren sollten. Zu diesem Zeitpunkt kauften
wir noch Fleisch in der Fleischerei, deshalb kam es auch dort als eine
Neuigkeit an, dass wir Fleisch für Schnitzel haben wollten. Ich erinnere mich nicht
mehr, ob sie vom Fleischer oder von uns geschnitten wurden. Später nahmen wir
ein ganzes Rind in der Schule auseinander. Aber zu diesem Zeitpunkt war es eine
absolute Neuigkeit. Eine andere bis dahin wenig angewendete Zutat waren die
Eier. Auch das Paniermehl wurde noch gekauft.
Die Mittagszeit kam und die Schnitzel mit Püree waren
fertig. Ein richtiges Problem war dann das gerechte Verteilen der Mahlzeit. Es konnte aber gelöst werden.
Und obwohl mir noch etwas Gemüse fehlte, ist das Experiment vorläufig ein
ganzer Erfolg gewesen. Der allgemeine Applaus war riesig. Und natürlich wurde
das Experiment mit der Gruppe der zweiten Woche der „Alternancia“ wiederholt.
Text, Übersetzung und Fotos: Ruth Schwittay