23/1/13


La segunda cocina

En algún momento, sea por el sol que fue cambiando o el agua que fue inundando la cocina anterior, o por mejor sombra o por más espacio, no lo recuerdo, la cocina se cambió de lugar. Para ese momento, los grupos de alumnos y alumnas para cada materia práctica ya estaban formados. Todavía no teníamos un aula asignado. En la materia Alimentación por un tiempo funcionamos en la cocina de manera verdaderamente práctica, es decir, ayudando a las cocineras en su trabajo, aprendiendo junto con ellas.


Y aparte de los guisos y sopas usuales en las escuelas, ya habíamos intentado otras versiones. La sopa que tuvo una aceptación casi unánime fue la de arvejas secas, la luego así llamada “sopa verde”. Pero también ya se habían realizado guisos de lentejas. A los guisos en general se comenzó a incorporar algo más de verduras, como por ejemplo la calabaza o el zapallito redondo.

Hablando con las chicas del grupo y con las cocineras de las comidas que les gustaría aprender a hacer, todas mencionaron las milanesas con puré. Claro que no es lo mismo hacer unas milanesas para cinco o seis personas en una cocina convencional. Acá se trataba de cocinar para 50 a 60 personas en un elástico de cama y una mesa (ya más grande que nuestra primera mesa). No había horno como para hacer milanesas al horno, por lo que debían ser fritas. Esto consumiría mucho del aceite tan caro.  Y además debía tenerse en cuenta que costaría muchísimo más trabajo y también ollas y cacerolas. Pero todas se mostraron dispuestas a empezar más temprano, y le pidieron autorización a Felisa, la directora, la que accedió por una vez, para probar cómo nos iba.

Fue toda una novedad para todo el grupo, incluyendo a las cocineras. Habían comprado muchas veces las milanesas, cuando con motivo de la cosecha de algodón, habían pasado por J. J. Castelli. Pero no sabían cómo prepararlas. Tampoco habían preparado nunca puré de papas.

Así un día de esos el sueño se hizo realidad. Ese día generó mucha expectativa, tanto en las “cocineras” como en las personas que consumirían el resultado. En esa época aún comprábamos la carne de la carnicería, por lo que también allí fue toda una novedad que pidiéramos carne para milanesas. No me acuerdo si las cortó el carnicero o nosotras. Más adelante despostábamos todo un animal en la misma escuela. Pero en ese momento fue toda una novedad. Otro ingrediente que no se usaba mucho hasta ese momento fueron los huevos. También el pan rallado todavía era comprado.

Pero llegó la hora del almuerzo y las milanesas con puré estaban listas. El problema mayor fue encontrar una manera justa de repartir la comida. Sin embargo se pudo solucionar todo. Y si bien para mí faltaba algo de verduras, el experimento por lo pronto había sido todo un éxito. El aplauso general fue enorme. Y, por supuesto, el experimento se repitió con el grupo de Alimentación de la segunda semana de alternancia.
Texto, traducción y fotos: Ruth Schwittay

Die zweite Küche

Irgendwann, sei es weil die Sonne ihre Lauf gewechselt oder das Wasser die vorherige Küche überschwemmt hatte, oder wegen besseren Schatten oder mehr Platz, ich erinnere mich nicht mehr, wechselte die Küche ihren Standort. Zu diesem Zeitpunkt waren die Gruppen für die verschiedenen praktischen Fächer schon zusammengestellt worden. Wir hatten aber noch keinen Raum zur Verfügung. Im Fach Ernährung haben wir für eine Zeit in der Küche auf wirklich praktische Art funktioniert, was heißt, sie (wir) haben den Köchinnen bei ihrer Arbeit geholfen und gemeinsam mit ihnen gelernt.

Außer den in den Schulen normalen Eintöpfen und Suppen, hatten wir schon andere Versionen hinzugefügt. Die Suppe, die fast einstimmig angenommen wurde, war die Erbsensuppe, die bald nur noch "grüne Suppe" genannt wurde. Wir hatten aber auch schon Linseneintopf gemacht. Im Allgemeinen begannen wir etwas mehr Gemüse den Eintöpfen hinzu zugeben, wie z. B. Kürbis oder eine im Land sehr gewöhnliche runde, grüne und kleine Kürbisart.

Als wir mit den Mädchen der Gruppe und mit den Köchinnen darüber sprachen, was sie denn gerne lernen würden, erwähnten sie Rinderschnitzel mit Püree.  Es nicht natürlich nicht dasselbe, einige Schnitzel für fünf oder sechs Leute in einer normalen Küche zu machen. Hier handelte es sich darum, für 50 oder 60 Menschen auf einem elastischen Bettrost und einem Tisch (schon größer als unserer erster Tisch) zu kochen. Es gab auch keinen Backofen, um die Schnitzel zu backen, sie mussten also frittiert werden. Dazu würde man viel von dem teuren Öl brauchen.  Und man musste auch beachten, dass dies sehr viel mehr Arbeit und auch mehr Töpfe und Pfannen bedeuten würde. Aber alle zeigten sich bereit, früher anzufangen, und erbaten bei Felisa, der Schulleiterin, die Erlaubnis, die sie für dies eine Mal auch gab, einfach um zu sehen, wie es uns gehen würde.

Für die ganze Gruppe, einschließlich der Köchinnen, handelte es sich um eine große Neuigkeit.  Oft hatten sie Schnitzel gekauft, wenn sie bei der Baumwollernte durch J. J. Castelli gekommen waren. Aber sie konnten sie nicht selbst zubereiten. Sie hatten auch noch nie Kartoffelpüree gemacht.

So wurde der Traum eines Tagen wahr. Dieser Tag war mit großen Erwartungen verbunden, sowohl bei den "Köchinnen" wie bei den Leuten, die das Resultat später verzehren sollten. Zu diesem Zeitpunkt kauften wir noch Fleisch in der Fleischerei, deshalb kam es auch dort als eine Neuigkeit an, dass wir Fleisch für Schnitzel haben wollten. Ich erinnere mich nicht mehr, ob sie vom Fleischer oder von uns geschnitten wurden. Später nahmen wir ein ganzes Rind in der Schule auseinander. Aber zu diesem Zeitpunkt war es eine absolute Neuigkeit. Eine andere bis dahin wenig angewendete Zutat waren die Eier. Auch das Paniermehl wurde noch gekauft.

Die Mittagszeit kam und die Schnitzel mit Püree waren fertig. Ein richtiges Problem war dann das gerechte Verteilen  der Mahlzeit. Es konnte aber gelöst werden. Und obwohl mir noch etwas Gemüse fehlte, ist das Experiment vorläufig ein ganzer Erfolg gewesen. Der allgemeine Applaus war riesig. Und natürlich wurde das Experiment mit der Gruppe der zweiten Woche der „Alternancia“ wiederholt.
Text, Übersetzung und Fotos: Ruth Schwittay

16/1/13


Limpieza del patio

Muy al principio del funcionamiento “de prueba” de la escuela hubo un período en que las clases de “práctica” no estaban organizadas aún. Se había dividido al alumnado en dos grandes grupos, que alternaban las clases “teóricas” y las “prácticas” por semana. Pero aún se estaba trabajando en la preparación de la organización de esas materias, que no eran comunes para una escuela primaria en Argentina. También la organización de los horarios tuvo sus dificultades.


Otro tema que fue motivo de largas conversaciones era la cuestión de quién tomaría qué materias de práctica. Se ofrecían seis materias en total, pero en una semana cada persona sólo podría tomar clases de tres materias. Lo más fácil, claro, era que las materias de Alimentación, Vestimenta y Artesanías fuesen dictadas para las alumnas mujeres y que Carpintería, Huerta y Granja fueran tomadas por los alumnos varones. Pero rápidamente supimos que las chicas también querían participar de las materias “masculinas”, y a su vez, los muchachos también querían cocinar y hacer artesanías, incluso a más de uno le picó la curiosidad por tejer y coser, en especial con las máquinas de coser.

Finalmente se dispuso que a comienzos de cada alternancia (unidad de tres semanas) cada uno de los alumnos y las alumnas eligieran tres de las seis materias para concurrir durante ese lapso. Sabíamos que resultaría difícil el cambio permanente de materias, pero consideramos que valía la pena. A la larga resultó que las incursiones de varones en las materias “femeninas” y viceversa sólo eran cortas. 

Para los y las que, sin embargo, querían aprender alguna técnica en serio, y no simplemente ver de qué se trata, permanecían la mitad del año en las clases de las mismas materias. Como se trataba del primer año de un proyecto piloto, y porque las materias prácticas no pertenecían a los contenidos obligatorios para el Consejo de Educación de la Provincia del Chaco, esa libertad de cambios fue posible.

Así es que al principio, cuando un grupo estaba en la semana “práctica”, los alumnos y las alumnas hacían tareas de acondicionamiento que se necesitaban para que la escuela pudiera funcionar como tal, a pesar de no estar concluida su construcción. Se trataba de tareas de limpieza, tanto del patio como de los edificios recién terminados, de pintura, del armado de dormitorios, de costura de ropa de cama, etc.

Había mucho entusiasmo por que comiencen oficialmente las clases. Eso hizo que todos nos sintiéramos muy motivados para colaborar en esas diversas tareas. Una de las primeras de ellas fue la limpieza del patio. Ese patio era enorme. El suelo había quedado muy desparejo y en parte lleno de malezas. Así que se organizaron jornadas de limpieza de patio, en la que participaron tanto alumnos como docentes de las materias prácticas.
Texto y fotos: Ruth Schwittay


Hofreinigung

Ganz zu Beginn des Schulbetriebs "auf Probe" gab es eine Zeitspanne, während der der "praktische" Unterricht noch nicht organisiert war. Man hatte die Schülerschaft in zwei große Gruppen aufgeteilt, die wöchentlich abwechselnd "theoretischen" und "praktischen" Unterricht haben sollten. Man war aber immer noch mit den Vorbereitungen beschäftigt, um diese Fächer, die nicht in normalen Grundschulen Argentiniens vorkommen, zu organisieren. Auch die Aufstellung des Stundenplans wies erhebliche Schwierigkeiten auf.

Ein anderes Thema, das lange Gespräche hervorgerufen hat, war die Frage, wer die jeweiligen praktischen Fächer besuchen würde. Es wurden insgesamt sechs Fächer angeboten, aber während einer Woche konnte jede Person nur an drei Fächern teilnehmen. Das Einfachste war, klar, dass die Fächer Ernährung, Kleidung und Kunsthandwerke von den Mädchen besucht würden, und Schreinerei, Gemüsegarten und Viehwirtschaft für die Jungen unterrichtet würden. Aber sehr schnell erfuhren wir, dass die Mädchen auch an den "männlichen" Fächern teilnehmen wollten, und gleichzeitig, wollten auch die Jungen kochen und Kunsthandwerke machen, es gab sogar mehr als einen von ihnen, die richtig neugierig auf das Stricken und Nähen waren, insbesondere mit Nähmaschinen.

Schließlich wurde festgelegt, dass zu Beginn einer jeden Drei-Wochen-Einheit, "Alternancia" genannt, jeder Schüler und jede Schülerin den Unterricht in drei Fächer währen dieser Zeitspanne aussuchen durfte. Wir wussten, dass der andauernde Wechsel der verschiedenen Fächern nicht einfach sein würde, aber wir verstanden, dass es die Mühe wert war. Im Laufe der Zeit ergab es sich, dass die Ausflüge der Jungen in "weibliche" Fächer und umgekehrt doch nur kurz waren. 

Die aber, die eine bestimmte Technik oder Arbeitsweise wirklich lernen wollten, und nicht nur ausschauen wollten, um was es sich handelt, blieben mehr oder weniger ein halbes Jahr im selben Fach. Da es das erste Jahr eines Pilotprojektes war, und weil die praktischen Fächer nicht zu den verbindlichen Inhalten des Bildungsrates der Provinz Chaco gehörten, war diese freie Handhabung möglich.


Und so, wenn anfangs eine Gruppe in der "praktischen" Woche war, machten die Schüler und Schülerinnen die nötigen Aufbereitungsarbeiten, damit die Schule als solche funktionieren könne, obwohl der Bau noch nicht fertig war. Es handelte sich um Reinigungsarbeiten, sowohl auf dem Hof wie in den eben fertiggestellten Gebäuden, Malarbeiten, das Organisieren der Schlafräume, das Nähen von Bettzeug, usw.

Überall herrschte große Erwartung auf die offizielle Eröffnung der Schule. Dadurch waren wir alle sehr zur Mitarbeit bei den diversen Arbeiten motiviert. Eine der ersten Aufgaben war die Reinigung des Hofes. Dieser Hof war riesig. Der Boden war sehr uneben und teils voller Unkraut. So wurden Hofreinigungstage organisiert, an der sowohl Schüler und Schülerinnen, so wie auch die Lehrkräfte der praktischen Fächer teilnahmen.
Text, Übersetzung und Fotos: Ruth Schwittay

9/1/13


A comer se ha dicho… ¡y a lavar platos también!

Al principio no había comedor alguno en la escuela CEREC. Pero eso en realidad no era un problema. Más bien permitía respetar algunos principios qom con respecto al momento de comer.

Una vez que el guiso o la sopa estaban listos todos formaban una larga fila. Primero pasaban por la mesa de la cocina (ver entrada anterior) a buscar un plato y una cuchara, y luego se debía esperar el turno para que uno de los maestros llenara el plato con un cucharón de comida. Cada persona tomaba entonces su plato y sus cubiertos y se buscaba un lugarcito apropiado dentro del terreno, junto con personas afines, para allí comer su ración. Claro que siempre debía haber suficiente comida como para repetir, lo que algunos y algunas hacían varias veces.

Al principio sin saberlo, permitimos así cumplir con las enseñanzas que las madres le pasaban a sus hijos: que la ingesta de comida era el momento más importante de la vida. Se debía realizar en el momento, el lugar y con la compañía que mejor hiciera sentir a la persona que iba a comer. Esto es una máxima qom que en las escuelas comunes nunca se cumplía. Los niños de seis años, que iban por primera vez a la escuela y que habían aprendido esto en su casa, de pronto debían comer a una hora determinada marcada por el timbre o la campana. Debían sentarse en la mesa que la maestra les indicaba, incluso cuando no tenía ganas de sentarse allí. Y para cada mesa habían asignado un número determinado de niños, que tampoco podían ser cualesquiera. Debían ser exactamente los niños y niñas que la maestra había asignado para cada mesa. Esta situación producía uno de los tantos de los choques culturales entre el sistema educativo y la cultura qom, que los niños y las niñas qom debían soportar (en la entrada Recreo… del 21/12/12 se menciona otro de estos choques).

En el CEREC no se pudo resolver el hecho de que se respetara el momento de comer sea el que cada uno y cada una considerara apropiado, pero sí cada uno y cada una elegía el lugar y la compañía que consideraba más conveniente. Una vez que ya nos conocíamos más, a menudo me veía rodeada por chicos que buscaban para sentarse conmigo para comer. Claro, rápidamente habían descubierto que yo evitaba comer la carne, y que les daba los trozos de carne a los que estaban cerca de mío…

Después de comer había que lavar los platos. Se implementó el mismo sistema que para repartir la comida: se formaba una larga fila donde se esperaba el turno para lavar el plato y los cubiertos en un fuentón de plástico con agua jabonosa y muy caliente, enjuagándolos luego en otro fuentón con agua limpia, bajo la mirada atenta de algún maestro (en estas fotos es la directora, Felisa).

Ese tiempo en la fila solía ser el momento de bromas, comentarios y a veces de negocios, intercambiando la tarea de lavado por alguna otra. También nos permitía conocer más a los chicos y a las chicas, porque después de comer solían perder esa inicial timidez con la que se enfrentaban a nosotros los “blancos”.
Texto y Fotos: Ruth Schwittay

¡Buen  provecho!
Guten Apettit!

Essenszeit... und auch auf zum Tellerabwaschen!

Anfangs hatten wir keinen Essraum in der Schule CEREC. Aber es war eigentlich gar kein Problem. Eher haben wir dadurch einige Prinzipien der Qom hinsichtlich der Essenszeit respektieren können.

Immer wenn der Eintopf oder die Suppe fertig waren, machten alle eine lange Schlange. Erst gingen sie an dem Küchentisch vorbei (siehe vorheriger Eintrag), um einen Teller und einen Löffel abzuholen, und dann musste man abwarten, bis man an die Reihe kam, damit die Lehrer den Teller mit einem Schöpfkelle füllten. Jeder nahm dann seinen Teller und sein Besteck und suchte sich ein Eckchen innerhalb des Grundstücks aus, zusammen mit nahestehenden Personen, um dort seine Portion zu vertilgen. Natürlich musste immer genügend Essen zum „Wiederholen“ im Kochtopf sein, was einige auch sogar mehrmals taten.

Ohne es anfangs zu wissen, konnte wir auf diese Weise die Lehren einhalten, die die Mütter ihren Kindern weitergaben: Dass die Nahrungsaufnahme der wichtigste Moment im Leben überhaupt sei. Man müsse zu einem Moment, an einem Ort und in einer Begleitung geschehen, in der sich die jeweilige Person am besten fühlte. Dies ist eine Qom-Maxime, die in den normalen Schulen nie eingehalten wurde. Die sechsjährigen Kinder, die zum ersten Mal in die Schule kamen und dies zu Hause von klein auf gelernt hatten, mussten plötzlich zu einer bestimmten Uhrzeit essen, die von der Klingel oder der Schulglocke angegeben wurde. Sie mussten sich an den Tisch setzen, den die Lehrerin ihnen zuwies, auch wenn sie keine Lust dazu hatten. Und jedem Tisch wurde eine bestimmte Kinderzahl zugewiesen, die auch nicht irgendwelche sein konnten. Es mussten genau die Kinder sein, die die Lehrerin für jeden Tisch bestimmt hatte. Diese Situation erbrachte einen der vielen Kulturschocks zwischen dem Bildungssystem und der Qom-Kultur, den die Kinder ertragen mussten (im Eintrag Pause..., vom 21.12.12 wird über einen anderen dieser Schocks gesprochen).

Im CEREC konnte die Tatsache, die beste Essensuhrzeit für jeden Einzelnen zu respektieren, nicht gelöst werden, aber doch konnte jeder den besten Ort und die passendste Begleitung aussuchen. Als wir uns schon besser kennen gelernt hatten, sah ich mich oft umringt von Burschen, die sich zu mir zum Essen setzen wollten. Klar, schnell hatten sie entdeckt, dass ich es vermied, Fleisch zu essen, und dass ich es meistens an die weitergab, die in der Nähe saßen...

Nach dem Essen mussten natürlich die Teller gespült werden. Es wurde dasselbe System angewendet, wie bei der Essensausteilung: Es wurde eine lange Schlange gebildet, wo man darauf wartete an die Reihe zu kommen, um den Teller und das Besteck in einer Plastikschüssel mit heißem Seifenwasser abzuwaschen, und sie dann in einer Schüssel mit sauberem Wasser zu spülen, unter dem wachsamen Auge eines der Lehrer (auf diesen Fotos ist es die Schulleiterin, Felisa).

Diese Zeit in der Schlange war oft ein Moment zum Witze machen, Kommentaren und manchmal auch zum Aushandeln, nämlich den Abwasch für eine andere Aufgabe auszutauschen. Wir konnten auch die Jugendlichen besser kennenlernen, denn nach dem Essen war die anfängliche Schüchternheit in Anwesenheit von „Weißen“ wie verflogen.
Text, Übersetzung und Fotos: Ruth Schwittay

2/1/13


La primera cocina

Desde el primer momento en que comenzaron las clases hubo que cocinar: el mate cocido para el desayuno y la merienda y el almuerzo. Pero el lugar físico “cocina” aún no existía. Por lo que se decidió ubicar un fogón en un lugar del patio. Se agregó una mesa y algunos troncos que funcionaban como asiento y lista estaba la primera cocina.

Según Jean y Magui Charpentier, la cocina como una especie de órgano de la escuela debía ocupar un lugar de importancia para el proyecto del CEREC. Allí se debía dar un aprendizaje fundamental: cómo preparar un menú sano, económico, rico y adaptado al gusto del alumnado qom.

Habían sido elegidas dos señoras de la comunidad para oficiar de cocineras, mujeres experimentadas en la cocina. Pero no habían cocinado para la cantidad de comensales que había cada mediodía en la escuela. Sí sabían cómo cocinar en un fogón abierto y al aire libre. Así que tratamos de aprender una d otras y otras de una.
Las primeras comidas consistían de guisos y sopas. Felisa nos orientaba de acuerdo con lo que se hacía en otras escuelas. Aún no incorporábamos nada “raro” como verduras, por ejemplo, como se haría más tarde. Usábamos lo clásico: cebollas, zanahorias cuando había, carne. Lo que cambiaba eran los fideos, el arroz, las papas, la polenta. Cuando se hacía una sopa, se usaban los huesos de la carne que se compraba, y se agregaba calabaza, batata, papa, cebollas. Aún no teníamos perejil, puerro, apio ni otras hierbas para dar gusto. El único condimento del que disponíamos era el condimento para pizza, que consta de ají molido, pimienta y orégano.

En ese momento tampoco había un grupo para las clases de economía doméstica. Por lo que inicialmente el equipo de cocina lo conformábamos nosotras tres. Sin embargo, desde el principio siempre hubo manos predispuestas para ayudar a la hora de pelar y cortar cebollas, papas y zanahorias. También era bastante trabajo cortar la carne para tanta gente. Esa tarea por lo general lo hacían las cocineras, pero algún que otro muchacho también se ofrecía para ello.

A mí personalmente me sirvió para conocer algunos aspectos qom referidos a las comidas. Aunque las cocineras no hablaban mucho castellano, igual nos pudimos hacer entender. Necesitaba conocer algo más al respecto, dado que se me había encomendado pensar en un programa para la materia Economía Doméstica. Esta materia debía constar de dos grandes ramas: alimentación y vestimenta. Y yo no quería imponer nuestra manera de organizar la comida.

Aprendí de esas charlas con las cocineras que en realidad se alimentaban de tortas asadas de harina, grasa y sal, de guisos de polenta, fideos, arroz, de sopas de pescado. Las comidas típicas que yo buscaba, en realidad consistían en comer las frutas que se encontraban en el monte, la chaucha de algarroba en sus diversas formas, asar algún que otro animal que habían cazado al fuego abierto. Pero eso a esta altura de los acontecimientos aún no me lo habían contado.
Texto y fotos: Ruth Schwittay

Die erste Küche

Vom Anfang an, als der Unterricht begann, musste gekocht werden: Der Mate-Tee für das Frühstück und die Verperpause am Nachmittag und das Mittagessen. Aber der konkrete Ort „Küche“ existierte noch nicht. Deswegen entschloss man sich, eine offene Feuerstelle im Hof zu orten. Dazu kamen ein kleiner Tisch und einige Holzklötze, die als Sitzplätze funktionierten und fertig war unsere erste Küche.

Laut Jean und Magui, sollte die Küche als eine Art Organ der Schule eine wichtige Stellung im Projekt CEREC einnehmen. Dort sollte ein grundlegender Lernprozess stattfinden, nämlich wie man ein gesundes, kostengünstiges, leckeres und an den Geschmack der Qom-Schülerschaft angepasstes Menü vorbereitet.

Zwei Frauen aus der Gemeinde waren dazu auserwählt worden, als Köchinnen zu amtieren, in der Küche experimentierte Frauen. Sie hatten aber noch nicht für so eine Anzahl von Leuten gekocht, wie es jeden Mittag in der Schule der Fall war. Aber sie wussten an einem offenen Feuer unter freiem Himmel zu kochen. Also versuchten wir gegenseitig voneinander zu lernen.

Die ersten Mahlzeiten bestanden aus Eintöpfen und Suppen. Felisa, die Schulleiterin, orientierte uns nach dem, was sie von anderen Schulen wusste. Noch hatten wir nichts "Sonderbares" eingefügt, wie Gemüse, z. B., wie es später geschehen sollte. Wir benutzten das Übliche: Zwiebeln, Möhren wenn es welche gab, Fleisch. Was wechselte waren die Nudeln, der Reis, die Kartoffeln, die Polenta. Wenn eine Suppe gekocht wurde, benutzten wir die Knochen von dem gekauften Fleisch, und dazu kamen Kürbisse, Süßkartoffeln, Kartoffeln, Zwiebeln. Noch hatten wir weder Petersilie, Lauch, Sellerie noch andere Geschmackskräuter. Das einzige Gewürz, das wir zur Verfügung hatten, war die Pizza-Mischung, welche aus gemahlener roten Paprika, Pfeffer und Oregano bestand, eine Mischung für Alles in der Umgebung.

 Zu diesem Zeitpunkt hatten wir auch noch keine Gruppe für den Hauswirtschaftsunterricht. Also bestand unser Küchenteam aus uns dreien. Trotzdem, von Anfang an, gab es immer bereite Hände zum Helfen, wenn es ans Zwiebel-, Kartoffel- oder Möhrenschälen und -schneiden ging. Viel Arbeit bedeutete auch das Fleisch schneiden für so viele Leute. Diese Arbeit übernahmen normalerweise die Köchinnen, aber ab und zu bot sich auch mal ein Jugendlicher dazu an.

Mir persönlich half diese Zeit, um einige Aspekte der Qom in Bezug auf das Essen kennenzulernen. Obwohl die Köchinnen nicht viel Spanisch sprachen, konnten wir uns trotzdem verständigen. Ich verspürte die Notwendigkeit, etwas mehr darüber zu erfahren, denn man hatte mich beauftragt, ein Programm für das Fach Hauswirtschaft zusammen zu stellen. Dieses Fach, dass es im normalen Schulprogramm nicht gab, sollte aus zwei großen Bereichen bestehen: Ernährung und Kleidung. Und ich wollte unsere Art das Essen zu organisieren nicht aufdrängen.

Während dieser Gespräche mit den Köchinnen erfuhr ich, dass sie sich eigentlich mehr von den am offenen Feuer gebackenen Fladen aus Mehl, Rinderfett und Salz, von Eintöpfen aus Polenta, Nudeln oder Reis, von Fischsuppen ernährten. Die typischen Gerichte, die ich suchte, bestanden hauptsächlich nur aus den Früchten, die im Urwald zu finden waren, den Johannisbrotbaumschoten in ihren verschiedenen Zubereitungsformen, dem Braten am offenen Feuer von einem eventuell gejagten  Tier. Aber zu diesem Zeitpunkt hatten sie mir dies noch nicht erzählt.
Text, Übersetzung und Fotos: Ruth Schwittay