Autos rotos… y sus consecuencias
En un lugar tan alejado de todo, los autos
son herramientas fundamentales para moverse. Entre Villa Río Bermejito y el
paraje El Colchón hace unos 25 años atrás no existían medios de transporte
público. Nos movíamos de diferente manera. La mía por lo general era el Renault
4L, al que yo llamaba La Rata. Había una camioneta Ford de la JUM, que
utilizaba Héctor Peil. Todas las mañanas los maestros se iban con él hacia El
Colchón, donde comenzaban su tarea a las 8 de la mañana. Los maestros de las
materias prácticas debíamos llegar a la escuela a las 9 horas.
Sin embargo, yo salía de casa muy poco
después de la partida de los maestros, después de haber aflojado a los golpes
las bolsas de carne en el freezer del CEREC, estacionado en mi casa, porque en
la escuela no había energía eléctrica. Después partía con mi móvil hacia la
panadería, a retirar el pan para todo el día. Después, con el auto cargado,
muchas veces también con otras personas más, emprendía el recorrido de los 12
km de camino de tierra que me separaban del CEREC.
En esos caminos casi no había tráfico de
autos. Lo que más se veía era gente de a pie o en bicicletas. Sólo de vez en
cuando uno se encontraba con alguna camioneta. Eso significa, que cuando
ocurría alguna avería en el vehículo, había que intentar de resolverlo como sea.
También había que aprender a manejar con el camino con barro, los días de
lluvia, o con colchones de polvo de 20 cm de alto, en las épocas de sequía. De
vez en cuando se formaban resumideros, porque por ejemplo a las termitas se les
había ocurrido construir su hormiguero en medio del camino. Esos resumideros
eran verdaderos cráteres, en lo que era mejor no caer.
Más adelante, desde la JUM habilitaron una
ambulancia fuera de uso para el transporte de los docentes. Como era un
vehículo viejo, a menudo nos quedábamos en el camino. Por lo general el chofer
de ese vehículo era Juan Garnica. Luego de probar todos los artilugios que
sabíamos aplicar, no nos quedaba otra que esperar. Por aquella época no existían
los teléfonos celulares, por lo que a veces el tiempo se hacía largo.
También es cierto que pocas veces nos
aburríamos, porque casi nunca iba una sola persona. Así que tratábamos de hacer
lo mejor de ese tiempo: yo trataba de aprender a hablar el idioma qom, los
acompañantes nos contaban las últimas noticias del paraje, escuchábamos los
ruidos del monte y nos explicaban quién o qué los producía, nos mostraban las
plantas que crecían a la vera del camino, como por ejemplo los “caramelitos del
monte”, entre otras. Muchas veces las conversaciones se transformaban en
verdaderas discusiones filosóficas. Mi último recurso siempre era sacar el
canasto del tejido y prepararme a esperar de manera activa.
Luego de que alguien nos viniera a socorrer
(habíamos convenido que si no llegábamos a cierta hora, nos salían a buscar),
había que encontrar remedio a la enfermedad del auto en cuestión. No siempre
había posibilidades de arreglarlo en el lugar. Cuando eso le pasaba a la Rata,
la subían a un acoplado y la llevaban hasta Villa Río Bermejito tirado por un
tractor.
Texto, traducción al alemán y fotos: Ruth
Schwittay
Kaputte Autos... und ihre Folgen
In einem so abgelegenen Ort sind die Autos zur Fortbewegung
sehr wichtig. Zwischen Villa Río Bermejito und der Siedlung El Colchón gab es
vor ungefähr 25 Jahren keine öffentlichen Verkehrsmittel. Wir hatten
verschiedene Fortbewegungsmittel. Meines war im Allgemeinen der Reanult 4L, den
ich die Ratte nannte. Es gab auch eine Pick-Up von der JUM, die von Héctor Peil
gefahren wurde. Jeden Morgen fuhren die Lehrer mit ihm bis El Colchón, wo ihre
Arbeit um 8 Uhr begann. Die Lehrkräfte für die praktischen Fächer mussten um 9
Uhr in der Schule sein.
Ich fuhr aber fast immer nur Minuten später von zu Hause
los, nachdem ich erst mal die Fleischbeutel in der Tiefkühltruhe des CEREC los
gehauen hatte, die bei uns untergebracht war, denn in der Schule gab es keinen
elektrischen Strom. Dann fuhr ich mit meinem Mobil bis zur Bäckerei, wo ich das
Brot für den ganzen Tag einlud. Danach ging es los, mit dem vollen Auto, oft
auch mit mehr Passagieren, um die 12 km Erdweg bis zum CEREC zurück zu legen.
Auf diesen Wegen gab es kaum Autoverkehr. Am meisten sah man
Leute zu Fuß oder auf Fahrrädern unterwegs. Nur ab und zu kam mal ein Pick-Up
entgegen. Dies bedeutete, dass wenn irgendetwas am Auto nicht mehr wollte, musste
man versuchen es auf irgendeine Weise zu lösen. Auch musste das Fahren bei
Regen auf den Matschwegen oder über 20 cm dicke Staubschichten in Trockenzeiten
erst mal gelernt werden. Ab und zu bildeten sich riesige Löcher unter der
Erdoberfläche, wenn zum Beispiel die Termiten die Stelle mitten auf dem Weg als
gut für ihren Ameisenhaufen fanden. Diese unterirdischen Aushöhlungen waren
richtige Krater, in die man besser nicht hineinfuhr.
Später wurde von der JUM ein alter ausgedienter Krankenwagen
für den Transport der Lehrkräfte zu Recht gemacht. Da es ein uraltes Vehikel
war, blieben wir oft auf der Strecke. Fast immer wurde dieses Vehikel von Juan
Garnica chauffiert. Nachdem wir alles, was wir konnten und kannten, umsonst
ausprobiert hatten, blieb nichts anderes übrig, als zu warten. Es gab damals
noch keine Handys, weshalb die Zeit manchmal richtig lang wurde.
Wahr ist auch, dass wir uns nur selten langweilten, denn
fast nie war man alleine. Also versuchten wir das Beste aus dieser Zeit zu
machen: Ich versuchte die Qom-Sprache zu lernen, die Begleiter erzählten die
letzten Neuigkeiten aus der Siedlung, wir hörten auf die Geräusche im Urwald
und immer gab es jemand, der erklären konnte, was oder wer sie erzeugten, man
zeigte uns die Pflanzen, die am Rand des Weges wuchsen, wie z. B. die
"Urwaldbonbons", u.a. Oft arteten sich die Unterhaltungen zu echten
philosophischen Diskussionen aus. Mein letzter Ausweg war immer, mein
Strickkorb herauszuholen und mich auf eine aktive Wartezeit einzustellen.
Wenn dann endlich jemand kam, uns zu helfen (wir hatten
vereinbart, dass wenn wir jeweils nicht um eine bestimmte Uhrzeit ankamen,
jemand auf die Suche ging), musste eine entsprechende Abhilfe für das jeweilige
Problem gefunden werden. Nicht immer konnte es am Ort behoben werden. Wenn die
mit der Ratte geschah, wurde sie einfach auf einen Anhänger geladen und bis
Villa Río Bermejito von einem Trecker gezogen.
Text, Übersetzung ins Deutsche und Fotos: Ruth Schwittay
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