7/2/13


Autos rotos… y sus consecuencias

En un lugar tan alejado de todo, los autos son herramientas fundamentales para moverse. Entre Villa Río Bermejito y el paraje El Colchón hace unos 25 años atrás no existían medios de transporte público. Nos movíamos de diferente manera. La mía por lo general era el Renault 4L, al que yo llamaba La Rata. Había una camioneta Ford de la JUM, que utilizaba Héctor Peil. Todas las mañanas los maestros se iban con él hacia El Colchón, donde comenzaban su tarea a las 8 de la mañana. Los maestros de las materias prácticas debíamos llegar a la escuela a las 9 horas. 

Sin embargo, yo salía de casa muy poco después de la partida de los maestros, después de haber aflojado a los golpes las bolsas de carne en el freezer del CEREC, estacionado en mi casa, porque en la escuela no había energía eléctrica. Después partía con mi móvil hacia la panadería, a retirar el pan para todo el día. Después, con el auto cargado, muchas veces también con otras personas más, emprendía el recorrido de los 12 km de camino de tierra que me separaban del CEREC.

En esos caminos casi no había tráfico de autos. Lo que más se veía era gente de a pie o en bicicletas. Sólo de vez en cuando uno se encontraba con alguna camioneta. Eso significa, que cuando ocurría alguna avería en el vehículo, había que intentar de resolverlo como sea. También había que aprender a manejar con el camino con barro, los días de lluvia, o con colchones de polvo de 20 cm de alto, en las épocas de sequía. De vez en cuando se formaban resumideros, porque por ejemplo a las termitas se les había ocurrido construir su hormiguero en medio del camino. Esos resumideros eran verdaderos cráteres, en lo que era mejor no caer.

Más adelante, desde la JUM habilitaron una ambulancia fuera de uso para el transporte de los docentes. Como era un vehículo viejo, a menudo nos quedábamos en el camino. Por lo general el chofer de ese vehículo era Juan Garnica. Luego de probar todos los artilugios que sabíamos aplicar, no nos quedaba otra que esperar. Por aquella época no existían los teléfonos celulares, por lo que a veces el tiempo se hacía largo.

También es cierto que pocas veces nos aburríamos, porque casi nunca iba una sola persona. Así que tratábamos de hacer lo mejor de ese tiempo: yo trataba de aprender a hablar el idioma qom, los acompañantes nos contaban las últimas noticias del paraje, escuchábamos los ruidos del monte y nos explicaban quién o qué los producía, nos mostraban las plantas que crecían a la vera del camino, como por ejemplo los “caramelitos del monte”, entre otras. Muchas veces las conversaciones se transformaban en verdaderas discusiones filosóficas. Mi último recurso siempre era sacar el canasto del tejido y prepararme a esperar de manera activa.

Luego de que alguien nos viniera a socorrer (habíamos convenido que si no llegábamos a cierta hora, nos salían a buscar), había que encontrar remedio a la enfermedad del auto en cuestión. No siempre había posibilidades de arreglarlo en el lugar. Cuando eso le pasaba a la Rata, la subían a un acoplado y la llevaban hasta Villa Río Bermejito tirado por un tractor.

Texto, traducción al alemán y fotos: Ruth Schwittay


Kaputte Autos... und ihre Folgen

In einem so abgelegenen Ort sind die Autos zur Fortbewegung sehr wichtig. Zwischen Villa Río Bermejito und der Siedlung El Colchón gab es vor ungefähr 25 Jahren keine öffentlichen Verkehrsmittel. Wir hatten verschiedene Fortbewegungsmittel. Meines war im Allgemeinen der Reanult 4L, den ich die Ratte nannte. Es gab auch eine Pick-Up von der JUM, die von Héctor Peil gefahren wurde. Jeden Morgen fuhren die Lehrer mit ihm bis El Colchón, wo ihre Arbeit um 8 Uhr begann. Die Lehrkräfte für die praktischen Fächer mussten um 9 Uhr in der Schule sein.

Ich fuhr aber fast immer nur Minuten später von zu Hause los, nachdem ich erst mal die Fleischbeutel in der Tiefkühltruhe des CEREC los gehauen hatte, die bei uns untergebracht war, denn in der Schule gab es keinen elektrischen Strom. Dann fuhr ich mit meinem Mobil bis zur Bäckerei, wo ich das Brot für den ganzen Tag einlud. Danach ging es los, mit dem vollen Auto, oft auch mit mehr Passagieren, um die 12 km Erdweg bis zum CEREC zurück zu legen.

Auf diesen Wegen gab es kaum Autoverkehr. Am meisten sah man Leute zu Fuß oder auf Fahrrädern unterwegs. Nur ab und zu kam mal ein Pick-Up entgegen. Dies bedeutete, dass wenn irgendetwas am Auto nicht mehr wollte, musste man versuchen es auf irgendeine Weise zu lösen. Auch musste das Fahren bei Regen auf den Matschwegen oder über 20 cm dicke Staubschichten in Trockenzeiten erst mal gelernt werden. Ab und zu bildeten sich riesige Löcher unter der Erdoberfläche, wenn zum Beispiel die Termiten die Stelle mitten auf dem Weg als gut für ihren Ameisenhaufen fanden. Diese unterirdischen Aushöhlungen waren richtige Krater, in die man besser nicht hineinfuhr.

Später wurde von der JUM ein alter ausgedienter Krankenwagen für den Transport der Lehrkräfte zu Recht gemacht. Da es ein uraltes Vehikel war, blieben wir oft auf der Strecke. Fast immer wurde dieses Vehikel von Juan Garnica chauffiert. Nachdem wir alles, was wir konnten und kannten, umsonst ausprobiert hatten, blieb nichts anderes übrig, als zu warten. Es gab damals noch keine Handys, weshalb die Zeit manchmal richtig lang wurde.

Wahr ist auch, dass wir uns nur selten langweilten, denn fast nie war man alleine. Also versuchten wir das Beste aus dieser Zeit zu machen: Ich versuchte die Qom-Sprache zu lernen, die Begleiter erzählten die letzten Neuigkeiten aus der Siedlung, wir hörten auf die Geräusche im Urwald und immer gab es jemand, der erklären konnte, was oder wer sie erzeugten, man zeigte uns die Pflanzen, die am Rand des Weges wuchsen, wie z. B. die "Urwaldbonbons", u.a. Oft arteten sich die Unterhaltungen zu echten philosophischen Diskussionen aus. Mein letzter Ausweg war immer, mein Strickkorb herauszuholen und mich auf eine aktive Wartezeit einzustellen.

Wenn dann endlich jemand kam, uns zu helfen (wir hatten vereinbart, dass wenn wir jeweils nicht um eine bestimmte Uhrzeit ankamen, jemand auf die Suche ging), musste eine entsprechende Abhilfe für das jeweilige Problem gefunden werden. Nicht immer konnte es am Ort behoben werden. Wenn die mit der Ratte geschah, wurde sie einfach auf einen Anhänger geladen und bis Villa Río Bermejito von einem Trecker gezogen.
Text, Übersetzung ins Deutsche und Fotos: Ruth Schwittay

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